Crítica: "Daniel Suárez: la Persistencia del Origen" Humberto Valdivieso
El oficio del artista tiene su razón más preciada en el trabajo pertinaz, en las horas de elaboración, en el obrar que usualmente está oculto al espectador. El arte es un hacer constante, una actividad lenta y perenne. Está presente inclusive en los momentos de reposo o sueño profundo; así lo concibieron los surrealistas.
El artista es un ser humano justificado en su labor, en el hacer. Ya lo dijo Julio Cortázar: “En el momento en el que me siento justificado como persona es cuando estoy sobre mi máquina escribiendo un cuento o una novela”. Quizá la pregunta más importante para un artista no es ¿de dónde proceden tus ideas? o ¿qué buscas con ellas? Sino: ¿qué haces? Lo fue para los antiguos y es fundamental en el arte contemporáneo.
Una muestra retrospectiva tiene poca relación con la memoria y aún menos con el inventario. Lo expuesto ahí siempre es presente. Es un instante de trabajo conservado en la escultura o la pintura. Todo pertenece a la exposición y al origen. Es decir, al quehacer empleado alguna vez en cada obra y al momento de ser expuestas. Esto justifica la existencia del artista y el arte. La materia de las obras está compuesta por horas de vida. No importa la fecha sino la acción que las hizo posible y su permanencia en el tiempo, por ello conviven en el espacio de forma armónica, sin órdenes o jerarquías. Así es La persistencia del origen del maestro Daniel Suárez.
Ese origen está hecho de tiempo pero no debe ubicarse en una fecha o en un período. Se trata de una fuerza vital, íntima, intuitiva contenida en lo expuesto. No obstante, se puede afirmar que no tiene principio ni fin, y sin embargo está ahí. Es su coherencia y también su paradoja. Lo expuesto en la Sala Magis de Arte Contemporáneo de la UCAB es la declaración de ese hacer indetenible en la trayectoria del artista Daniel Suárez: trabajar, pensar, observar, estudiar, amar y vivir con intensidad. El recuerdo o la nostalgia están descartados.
La persistencia del origen es el testimonio de la firme relación de este maestro con la materia de la vida: música, espiritualidad, familia, paisaje, ideas, conocimientos, pasiones y formas y texturas de la naturaleza. Es también un manifiesto donde el artista no hace concesiones a los dogmas del arte ni a los límites de la crítica. No separa la belleza de la abstracción de la compleja estructura de la realidad: no encuentra fronteras entre la geometría y lo orgánico, la matemática y la pasión, lo expresivo y lo sintético. Integra todo en un gran diálogo entre formas e ideas. Por eso, las curvas justifican los ángulos, lo cóncavo a lo convexo y lo racional a lo pasional tal como los espacios vacíos lo hacen con los volúmenes sólidos.
Daniel Suárez es un
dibujante-escultor y un pintor que ha esculpido los lienzos. En su obra el
dibujo piensa la materia, la escultura imagina el espacio y el arte medita la
vida. Las piezas están lejos de ser objetos y no invitan a la observación. Su
misión es diseñar geografías insólitas en los territorios comunes donde
transitan las personas. Son ciudades y sus esquinas, composiciones de jazz
enriquecidas por variaciones infinitas, oraciones íntimas donde todas las
manifestaciones de Dios acechan, diálogos sociales cuyo único interés es el
reconocimiento del otro y formas orgánicas en simbiosis con la geometría. Todas
proponen recorridos e integran los cuerpos, las emociones y las ideas de los
espectadores a la síntesis plástica. De ahí la simplicidad de sus colores y la
fuerza de sus formas.
Las esculturas descansan con firmeza en el piso y vuelan como papagayos, se abren como una flor y yerguen su cuerpo hacia el infinito, intercambian esferas, cubos y filamentos. Las pinturas integran volúmenes, tejidos y ciertas texturas geológicas producto de los experimentos del artista con el informalismo. En sus obras el dibujo no llena el espacio, es el espacio quien llena el dibujo y lo abre al universo. El maestro Daniel Suárez no esconde nada, todo lo declara. El suyo es un lenguaje plástico escrito para ser leído por todas las culturas. Está hecho de múltiples modos de hablar que convocan diálogos de miradas, palabras, formas y materiales.
La
persistencia del origen en la Sala Magis de Arte Contemporáneo de la UCAB
es, como muchas de las propuestas de Daniel Suárez, un encuentro. Se trata de
la plática feliz entre un artista –con una profunda fe en la vida, el trabajo,
la belleza y las relaciones humanas–, y una academia abierta a la sabiduría de
las artes. No obstante, la muestra va más allá de las fronteras del Centro
Cultural UCAB y toma los jardines, las caminerías y los edificios aledaños. Hace
del campus un artificio donde la abstracción geométrica es también el lugar de la
vida real, de los afectos compartidos.
Humberto Valdivieso.