Crítica: "A propósito de la presentación pública del libro Entre la Razón y la Pasión. Daniel Suárez"

“Entre la razón y la pasión”, es el libro de Daniel Suárez. Es un texto autobiográfico que comienza allá en la ciudad de San Cristóbal, en el estado Táchira, donde el artista lo inicia enfrentando la realidad de la vida diaria desde muy temprana edad: ayudando a su padre en su trabajo de maestro de albañilería y aprendiendo las técnicas de la herrería, enseñadas por su vecino Don Luis González. Todos esos elementos de tales oficios, dice Daniel: “son fundamentales en mi esencia como ser humano”.

A los 15 años de edad, ingresa en la Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal. De allí, pudimos estar al corriente de las primeras lecciones aprendidas de casi todas las escuelas de arte de la época: Dibujo y pintura, transcripción del paisaje, retratos y bodegones, clases de escultura figurativa y de historia del arte. En sí, Daniel ha sido influenciado por los primeros pasos en la herrería y la albañilería, por eso confiesa: “no puedo negar la relevancia del arte figurativo, pero esa corriente artística no lograba apasionar a mi espíritu. Muchas de las obras de esa época fueron realizadas con clavos, cabillas, tablones de madera, arena, entre otros materiales no convencionales”. Daniel abandona una soledad propiciada por su ansiosa inquietud de crear, por ello, se refugia en el grupo “La Nueva Oscuridad”, integrado por artistas plásticos, poetas y actores. Recuerda de manera especial a los artistas Leonel Durán, José Campos Biscardi, Luis Alfredo Suárez, Jorge Belandria, el poeta Andrés Mejía, el Profesor Saturno Ramírez y el comunicador social Nabor Zambrano.

Decide en 1966, retirarse de la Escuela de Artes Plásticas para abrir su propio Taller. De este modo, empieza impartiendo clases de pintura, a través de las cuales conoce a quien tiempo después se convertiría en su esposa, Elizabeth Bustamante Pérez,  una de sus alumnas y de quien comenta, con sus propias palabras: “Una joven merideña que logró cautivarme por su belleza y personalidad”. De su matrimonio nacen Darwin, Daniel y Damián.  

Como en el maravilloso libro autobiográfico de Mariano Picón Salas: “Viaje al amanecer” en el cual el gran ensayista narra su despedida cuando emigra de los Andes merideños, en 1972, Daniel llega a Caracas. El arte abstracto venezolano de ese entonces, había hecho un recorrido desde París con “Los Disidentes”, hasta detenerse en los años 50 del siglo pasado, cuando logra integrarse a la extraordinaria arquitectura moderna de Carlos Raúl Villanueva en la Ciudad Universitaria de la Universidad Central de Venezuela, con nombres de talentosos artistas como Alejandro Otero, Mateo Manaure y Omar Carreño, entre otros, quienes participan junto con Vasarely, Fernand Léger y Jean Arp.

De la mano con el “Informalismo”, en Europa y el continente latinoamericano, los vientos del “cinetismo” levantaban banderas de triunfos, con Jesús Soto, Yaacov Agam, Francois Morellet, Luis Tomasello, Carlos Cruz-Diez, Narciso Debourg, Julio Le Parc, Jean Tinguely, Sobrino, García Rossi y Víctor Vasarely. En el Arte Informal, Anthoni Tapie destacaba en España entre muchos, y en Venezuela Francisco Hung fue su máximo  representante. Fue el escenario artístico encontrado por  Daniel a su arribo a la Gran Caracas. Su obra registra cambios en su nueva residencia. Allí tuvo que dotarse de mucho coraje para crear sus esculturas, las cuales desarrollaba a la par con la pintura. Un taller de publicidad, hizo posible el sostén económico cuando fue necesario aprender a restaurar obras de otros artistas como Víctor Valera y Lía Bermúdez, el escultor colombiano Negret  y del  mismo Soto.

Así, distribuía su tiempo trabajando a brazo partido. Y es que eso de llegar y adaptarse al dinamismo de una gran metrópolis como nuestra capital, no es tarea fácil. Nos ha pasado a todos quienes llegamos de la provincia y  eso fue del conocimiento de otras generaciones, como la de Francisco Narváez, Rafael Monasterios, Pedro Ángel González, Vázquez Brito y Ángel Hurtado y otros tantos.

Daniel Suárez recurre a la inspiración espiritual y al tiempo de reflexión para desarrollar su obra. Era necesario traspasar límites y profundizar en la creación pura. Por ello nos muestra sus esculturas: diversos volúmenes logrados con elementos de hierro, creados en formas geométricas que pueblan unos cuantos espacios de la ciudad, se integran al paisaje natural y a las propuestas de la arquitectura. En algunas de ellas y en rol protagónico,  el color está presente, son monocromas: amarillas, rojas, azules, blancas, grises y las texturas de hierro.

Indudablemente sus creaciones revelan la originalidad que todo artista busca como testimonio de un lenguaje plástico, su propio lenguaje del arte.

Ese extraño arte de Daniel, se vuelve utilitario cuando invade casas y edificios privados o públicos. Su invención se expresa en muros, puertas, ventanas, rejas, sillas y mesas, donde el vitral está presente con sus transparencias coloreadas. Estas ideas útiles en la sociedad, nos recuerda las propuestas de la famosa Escuela Bauhaus de Arquitectura y Artes Aplicadas fundada en Weimar, Alemania, en 1919 por Walter Gropius. Propuestas nacidas de un análisis integral de la época y que se reflejan en lo humanístico, social, económico, industrial y artístico. 

En el año 2003, Daniel funda el “Centro de  Arte Daniel Suárez”, contando con el apoyo de su amigo Francesco Santacroce. Un Centro de Arte destinado a la proyección de la cultura: exposiciones de pintura, escultura, conferencias, conciertos de música clásica y popular y del folklore de Venezuela y de otros países. Lo novedoso de ese Centro de Arte, radica en que su funcionamiento no es, el del sistema tradicional de las galerías de arte, su filosofía  de gestión es la promoción y la proyección de artistas jóvenes y artistas de larga trayectoria, destino similar tiene la música, la literatura y la danza. El Centro dispone también de un espacio habilitado como Taller, donde Daniel crea sus esculturas. Con un equipo dispuesto para ocasión, algunos de nosotros realizamos nuestras  obras artísticas. En ese espíritu de solidaridad se han inaugurado varias exposiciones, entre ellas, la del año pasado, donde ccobraron relevancia los excelentes paisajes neo-figurativos de Campos Biscardi y mis investigaciones cinéticas sobre la fragmentación de la luz y el color. Entre el 2010 y 2011, el Centro expuso varias muestras colectivas, en las cuales participaron artistas de Argentina, Colombia, Chile y Venezuela, con esculturas de Rafael Barrios, Rafael Martínez, Negret, Guinand, y los cuadros de Yaacov Agam, Alejandro Otero, Carlos Cruz-Diez, Anabela San Vicente y Jesús Soto, acompañados de otros creadores. 

En este año 2013, Daniel exhibió una propuesta de Alexis Bello, denominada “las búsquedas”. Este pintor procede de Ciudad Bolívar. Actualmente el Centro exhibe el mundo de la flora tropical de intenso colorido de Onofre Frías.

En junio de 2012, el Centro de Arte, hizo presencia internacional en la ciudad de Marcigny de Francia, en una Bienal dedicada a Venezuela, donde participaron artistas franceses y de otros países. Daniel fue invitado con una escultura,  y yo, con la idea del “Arte de Participación en la Calle”, representada en dos murales realizados por los habitantes de la ciudad. Julio Pacheco Rivas hizo un mural en una de las fachadas arquitectónica de la edad media en la región de Borgoña, otros artistas venezolanos residentes en París, formaron parte de la Bienal, entre ellos: Octavio Herrera, India Serena, Jorge Pizzani, Carlos Cruz-Diez, Marta Rodríguez, Abilio Padrón y María Arbeláez, con la asistencia del Excelentísimo Embajador de Francia en Venezuela, Sr. Jean Marc Laforet y su esposa, Sra. Anne Louyot, quienes inauguraron mi proyecto de “Arte de Participación en la Calle”. 

“Entre la razón y la pasión”, es el título del libro que contiene el testimonio del universo de Daniel Suárez. Un hombre generoso, solidario, extraordinario artista y, sin egoísmos, dispuesto siempre a desafiar el futuro, con las armas de la sensibilidad y el trabajo creador, en procura de un mañana de nuevos amaneceres, con perspectivas que dibujen invenciones y creaciones puras.

Juvenal Ravelo, Caracas, julio del 2013.

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